Saludos lectores:
De nuevo compartiendo y fusionando escritos con mi amigo Jesús
Ademir Morales Rojas esta vez nuestro reto fue escribir lo que
nos transmitía la pintura "los amantes" creación de René
Magritte.
Lo posible y lo imposible, lo real y la fantasía, la vida y la muerte pueden ser
una evocados a través de esta imagen; cuando se pasa de mirar a observar se
puede obtener una profunda apreciación, cada conclusión puede ser acertada de
acuerdo a las realidades creadas. Observar es abrirse al mundo a través de lo
visual, mientras que mirar implica concentrarse en algo, es una humanización de
lo que captamos con los ojos. Las cosas
se observan, a las personas se las mira de frente. Creamos el mundo cuando lo
miramos, lo hacemos humano, mientras que observar lo que nos rodea es algo una
ubicación refleja e instintiva. Mirar es reconocimiento de vida, observar es
captar lo que es y lo que no es, por ejemplo, la muerte.
Cuando
se entra a analizar esta pintura, “Los amantes” una genial creación de René Magritte,
puede verse reflejada una insondable situación del deseo, de querer encontrar,
una insaciable búsqueda para llegar de lo abstracto a lo concreto, a la belleza.
¡Cuánta se puede admirar en esta imagen!
Es una invitación a contemplar como el alma puede transmitir tanto, en la mezcla
de incontables sensaciones, mientras se va plasmando sobre el cuadro cada
pincelazo lleno de emociones. Estos amantes buen podrían ser el creativo y los
espectadores de la obra de arte, ambos fascinados con el contacto secreto,
labios trémulos entre seda, que propicia el arte, el artista y los
contempladores, en un silencioso beso- interacción estética-, pero cada uno sin
poder mirar al otro, oculta su vista con la capa ineludible de la materialidad.
En
ese afán de ir interpretando lo que el artista proyecta contar, los hilos
delgados de la construcción de esta maravillosa obra, pueden rescatarse en la
ejecución del arte, tantos mundos, tantos versos, tantas inquietudes. Hay obras
que destacan por ofrecer respuestas al por mayor: son manifestaciones de ser. Las
obras de Magritte, está en especial, es un crisol de preguntas, de
interrogantes en cuyo intento de respuesta se juega uno el ser entero.
Se
puede apreciar un hombre y una mujer que a lo mejor no se buscan, pues ya se
encontraron, posiblemente su tropiezo no es físico sino de almas, de sueños, de
coincidencias de un justo momento, de los viajes que el ser constantemente
realiza en sus mundos paralelos, donde con varios giros en algún punto deben
encontrarse para tener tiempo de estimarse, de sentirse. No importa para nada
quienes son, su identidad no es algo relevante al parecer, no es algo que valga
la pena observar: la clave de la obra es mirar o intentar mirar su gesto, ese
contacto ciego, que define una fusión, una realidad compartida, de vivencias
ofrendadas que va más allá de lo físico.
Se
aprecia en la imagen una quebrantable lejanía, donde se construye la brecha, la
misma que logra reflejar el amor con un antónimo, el cual, estas mismas almas
en su incontrolable afán de orden constituyen caos y convierten lo sencillo en
un espacio de partículas dispersas que deben ir acomodándose para volver al
orden, al punto viable en donde el núcleo constante es la unión que forja al
encuentro, lugar que siempre estuvo dispuesto para que las almas se consoliden.
Los
rostros de estos personajes no se visualizan: están ocultos, tal vez porque
tienen miedo de identificarse, o más bien de comprender que lo físico
trasciende. O quizás que están tan cerca el uno del otro que ellos en sus
propias realidades han creado barreras que les impide verse, podría utilizarse
una reconocida frase “tan cerca y tan lejos”. Hay algo que los une y los separa
sin remedio: la imposibilidad de mirarse sin reconocerse uno en el otro,
creando en su contacto un vacío (ciego) que hacen suyo, son cómplices
metafísicos separados irremisiblemente y unidos hasta la eternidad.
Linda semana, se les quiere, gracias por existir.
Un abrazo,
MLGL
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